jueves, 30 de diciembre de 2010

Feliz año nuevo para todos...!

Con la llegada de la Navidad el ambiente cotidiano cambia radicalmente: nos volvemos más amigables, nos volvemos más amables, nos unimos más: parece que nos humanizamos más...

Abrazos, buenos deseos, felicitaciones, esperanza, regalos, la cena, la fiesta... y de pronto... todo termina: regresamos del sueño decembrino a la realidad martirizante que nos vuelve a separar.

Y entonces, los sueños se esfuman y quedan olvidados en algún cajón junto con los abrazos, los buenos deseos, las felicitaciones, la esperanza, los regalos, la cena, la fiesta...

Todo fue una falacia sumamente efímera que se tradujo en el simple consumo y peor aún, en antifaces navideños que guardamos hasta el año entrante...

Las calles vuelven a obscurecerse. Las luces de amor y esperanza se apagan. Los regalos parecen esfumarse cuando estos carecen del aura mágica del buen deseo. Y las buenas intenciones van desapareciendo conforme pasan los meses. Hasta que llegamos otra vez a diciembre con las manos vacías, con la ansiedad en la garganta, y vuelven a aparecer las luces de esperanza y con ellas, el ciclo se repite... El mundo vive una crisis profunda de decepción y apatía.

Que sea éste, el año en que las promesas se cumplan.
Que sea éste, el año de las decisiones emprendedoras.
Que sea éste, el año en que nos llenemos esperanza.
Que sea éste, el año del amor, el año de la unidad.

Regalémonos un fin de año lleno de brío y tesón, para que nos vaya mucho mejor. No basta con tener fe en ser mejores el próximo año: hay que ser mejores desde hoy. Para que no se apague la luz de la esperanza en enero o febrero. Para que podamos ser un poco más felices que antes. Para que nos llenemos de fraternidad... que es lo que necesitamos.

Muchos saludos a todos, y que alcancemos en conjunto el sueño de la paz y la armonía.

jueves, 16 de diciembre de 2010

"Historia de un manzano"

Hace mucho tiempo existía un enorme manzano. Un pequeño niño lo amaba mucho y todos los días jugaba alrededor de él. Trepaba al árbol hasta el tope, comía sus manzanas y tomaba una siesta bajo su sombra.
El amaba al árbol y el árbol amaba al niño. Pasó el tiempo y el pequeño niño creció y el nunca más volvió a jugar alrededor del enorme árbol. Un día el muchacho regresó al árbol y escuchó que el árbol le dijo triste: "¿Vienes a jugar conmigo?". Pero el muchacho contestó: "Ya no soy el niño de antes que jugaba alrededor de enormes árboles. Lo que ahora quiero son juguetes y necesito dinero para comprarlos".
"Lo siento, dijo el árbol, pero no tengo dinero... Te sugiero que tomes todas mis manzanas y las vendas. De esta manera tú obtendrás el dinero para tus juguetes". El muchacho se sintió muy feliz. Tomó todas las manzanas y obtuvo el dinero y el árbol volvió a ser feliz. Pero el muchacho nunca volvió después de obtener el dinero y el árbol volvió a estar triste.
Tiempo después, el muchacho regresó y el árbol se puso feliz y le preguntó: "¿Vienes a jugar conmigo?". Dijo él: "No tengo tiempo para jugar. Debo de trabajar para mi familia. Necesito una casa para compartir con mi esposa e hijos. ¿Puedes ayudarme?"... " Lo siento, pero no tengo una casa, pero... tu puedes cortar mis ramas y construir tu casa". El joven cortó todas las ramas del árbol y esto hizo feliz nuevamente al árbol, pero el joven nunca más volvió desde esa vez y el árbol volvió a estar triste y solitario.
Cierto día de un cálido verano, el hombre regresó y el árbol estaba encantado. "Vienes a jugar conmigo?, le preguntó el árbol. El hombre contestó: "Estoy triste y volviéndome viejo. Quiero un bote para navegar y descansar. ¿Puedes darme uno?". El árbol contestó: "Usa mi tronco para que puedas construir uno y así puedas navegar y ser feliz". El hombre cortó el tronco y construyó su bote. Luego se fue a navegar por un largo tiempo.
Finalmente regresó después de muchos años y el árbol le dijo: "Lo siento mucho, pero ya no tenga nada que darte ni siquiera manzanas". El hombre replicó "No tengo dientes para morder, ni fuerza para escalar... Por ahora ya estoy viejo". Entonces el árbol emocionado le dijo: "Realmente no puedo darte nada.... la única cosa que me queda son mis raíces muertas". Y el hombre contestó: "Yo no necesito mucho ahora, solo un lugar para descansar. Estoy tan cansado después de tantos años".
"Bueno,las viejas raíces de un árbol, son el mejor lugar para recostarse y descansar. Ven siéntate conmigo y descansa". El hombre se sentó junto al árbol y éste, feliz y contento, sonrió con lágrimas.

(Moraleja: Esta puede ser la historia de cada uno de nosotros. El árbol son nuestros padres. Cuando somos niños, los amamos y jugamos con papá y mamá... Cuando crecemos los dejamos, sólo regresamos a ellos cuando los necesitamos o estamos en problemas. No importa lo que sea, ellos siempre están allí para darnos todo lo que puedan y hacernos felices. Tú puedes pensar que el muchacho es cruel contra el árbol, pero es así como muchos de nosotros tratamos a nuestros padres.)

viernes, 3 de diciembre de 2010

Los nuncas de la vida en pareja

Para que la vida en común de la pareja tenga armonía, lo más importante es que tanto el marido como la esposa, tomen un tiempo dedicado sólo a conocerse y aceptarse cada uno a sí mismo, pensando que quieren cambiar personalmente y poner manos a la obra.
Otro paso importante, es conocer al ser amado, aceptarlo tal como es, sin pensar en cambiarlo.
Nunca se griten. ¡ A menos que se esté quemando la casa!, Pues al gritarse se va perdiendo el respeto mutuo, tan importante en la convivencia de la pareja y también para elrespeto que se debe a los hijos y por el ejemplo que ellos observarán día a día.
Nunca se pongan a recordar errores y culpas pasados. A nadie le gusta que le digan sus errores, más sí éstos tuvieron alguna consecuencia como generalmente sucede. Es mejor cantar ya lo pasado, pasado…….
Nunca se enojen los dos al mismo tiempo, pues en lugar de dar paso a la calma y lograr resolver la causa del enojo, pueden llegar a una fuerte discución. Al no tener dominio de uno mismo, se puede llegar a lastimar al otro. Es mejor aprender a escuchar el retumbar de los cañones como el que no oye, sin dejar que las palabras del otro lo hieran, y después, ya con tranquilidad, discutir calmadamente, llegar a un acuerdo y lograr la solución.
Nunca dejen que el día termine sin aclarar situaciones de enojo y lograr una reconciliación. El beso de las buenas noches ayuda a suavizar el coraje, muerdete el orgullo y busca a tu pareja y muchas veces ahí surgirá la reconciliación.
Nunca se reunan sin poner ternura, cariño y respeto en la bienvenida. Él debe de ser el rey y ella la reina del hogar. Incluso es bueno dejar de hacer lo que se esté haciendo, con tal de atender, escuchar e interesarse en las cosas del cónyuge.
Descuiden al mundo entero pero…..Nunca se descuiden entre sí. Dense mutuamente su tiempo, pero con la mejor calidad de presencia. No basta saber quién es el más importante para uno, hay que demostrarlo.
Nunca se separen sin decirse palabras tiernas que puedan recordarse durante la ausencia, por breve que sea. Cuando novios, recordaban la última palabra cariñosa y la saboreaban todo el tiempo. Ahora con mayor razón hay que decirlas.
Nunca olvidar los momentos felices del principio de su relación. A pesar de los revéses, hay que tratar al otro con mucho amor y seguir disfrutando de ese tiempo juntos, aunque haya inconvenientes.
Nunca suspirar por lo que pudo haber sido, sino sacar el mayor provecho de lo que es. (Todo es según el color del cristal con que se mira). Aprovechar esas energías que un matrimonio tiene, en crecer juntos, en lugar de gastarlas en pequeñeces. Siempre compartir lo que se tiene en toda su extensión.
Nunca sentirse satisfechos, hasta saber que ambos van caminando por la misma senda que conduce A la felicidad, por ese camino que han ido limpiando día con día y que se ha ido preparando, no sin Esfuerzo y con una que otra pena.
Estas reglas funcionan los trescientos sesenta y cinco días del año. El error es pensar: hoy tal vez no lo haga, mañana sí.
Se necesita mucha fuerza de voluntad inundada de amor, jovialidad, optimismo y una mente siempre dispuesta a amar y a perdonar los errores del otro.